Simbiosis inédita en plantas ancestrales: primer registro de ectomicorrizas en licofitas
Simbiosis inédita en plantas ancestrales: primer registro de ectomicorrizas en licofitas

Por primera vez, se descubrió una asociación simbiótica mutualista entre hongos y plantas, denominada ectomicorriza (EM) en Phlegmariurus saururus, una licofita, cuyo linaje es ancestral, con más de 390 millones de años de historia evolutiva. Estas plantas son consideradas uno de los grupos más antiguos de plantas vasculares y las primeras en colonizar los ambientes terrestres y hasta ahora, se pensaba que solo formaban asociaciones con micorrizas arbusculares.
Este hallazgo es particularmente sorprendente, ya que las EM se conocen principalmente en plantas leñosas perennes de las familias Pinaceae, Fagaceae y Myrtaceae, entre otras. La presencia de EM en una especie herbácea como P. saururus marca un cambio paradigmático en nuestra comprensión de la evolución de las relaciones simbióticas entre plantas y hongos.
Además, se demuestra que P. saururus establece una triple alianza fúngica: ectomicorrizas, micorrizas arbusculares y endófitos septados. Estas asociaciones simbióticas podrían tener un papel crucial en su capacidad de adaptación a condiciones extremas, como la sequía y la baja disponibilidad de nutrientes y su presencia podría haber sido determinante para su exitosa colonización de microhábitats rocosos en alta montaña.
Las licofitas del grupo Phlegmariurus tienen distribución pantropical y son mayormente especies epífitas colgantes. Sin embargo, en los ambientes neotropicales un grupo significativo de especies evolucionó hacia formas terrestres, proceso favorecido por el levantamiento de la cordillera de los Andes, que generó nuevos hábitats fragmentados en altura. En este contexto, P. saururus es la única representante de su familia presente en la provincia biogeográfica de Comechingones (conformada por pastizales de altura rocosos de las Sierras Pampeanas centrales de Argentina), creciendo exclusivamente en grietas de roca superficiales, expuestas y soleadas, con escasa acumulación de suelo y muy poca disponibilidad de agua.
En los ecosistemas naturales, las micorrizas son fundamentales para el crecimiento y la supervivencia de numerosas plantas. Además, contribuyen al establecimiento en suelos pobres, salinos, contaminados o degradados por la desertificación. Protegen a las raíces del ataque de microorganismos patógenos como ciertos hongos y nemátodos. Esta simbiosis beneficia tanto a la planta como al hongo. La planta mejora la captación de agua y nutrientes (como fósforo y nitrógeno), la tolerancia a temperaturas extremas, acidez del suelo y metales pesados. El hongo, por su parte, recibe de la planta azúcares y vitaminas, que necesita para sobrevivir.
En el caso de las EM pueden modificar la anatomía y las propiedades hidrofílicas de las raíces, facilitando la absorción de agua a través de estructuras especializadas como la red de Hartig, que maximiza el área de contacto entre la raíz y el hongo. A través de esta red, se produce un eficiente intercambio de agua y nutrientes, lo que mejora la tolerancia a condiciones de estrés hídrico.
La presencia de EM en P. saururus, planta que habita en las “islas” ecológicas de alta montaña formadas como consecuencia de la orogénesis andina, podría representar un caso excepcional de re-evolución de una simbiosis considerada exclusiva de otros grupos de plantas más modernas.
El hallazgo de ectomicorrizas en Phlegmariurus saururus amplía el rango de plantas que pueden establecer este tipo de simbiosis e invita a reconsiderar el papel que juegan las asociaciones micorrícicas en los primeros linajes de plantas terrestres. Las micorrizas, en este contexto, además de ser auxiliares fisiológicas, posiblemente sean determinantes evolutivos.
Artículo publicado en la revista Anais da Academia Brasileira de Ciências. https://doi.org/10.1590/0001-3765202520241248
(*) Investigadores de la Fundación Miguel Lillo y la Facultad de Ciencias Naturales e IML, de la UNT.