Los tiempos del Primer Centenario en Tucumán

Los tiempos del Primer Centenario en Tucumán
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Presentación

La Argentina era todo una promesa en 1900, con amplias posibilidades económicas y alto porcentaje de población extranjera o descendiente de inmigrantes; gracias a su suelo y al benéfico clima se ofrecía al mundo como una de las más ricas de la tierra.

En Tucumán desde fines del siglo XIX se operaba la transformación de la provincia hacia una modernidad, asentada sobre una industria azucarera pujante. En ese cambio tuvo un lugar destacado el visionario gobernador Lucas A. Córdoba, quien llevó a cabo una de las administraciones más progresistas de Tucumán.

La provincia se encarrilaba en una senda de calma cívica y normalidad económica que continuó con Luis F. Nougués, autor de numerosas obras públicas, de una moderna legislación social y de la creación de instituciones.

A Nougués sucedió José Frías Silva en cuya gestión abundaron las turbulencias políticas y los episodios violentos. Aunque más reducidas, las obras continuaron; desde 1908 se había iniciado la construcción de la nueva Casa de Gobierno, en la Avenida Sarmiento se levantaban suntuosos edificios y gracias a la iniciativa del senador Alberto León de Soldati, la ciudad incorporaba el Parque 9 de Julio, llamado Centenario en 1910.

En ese clima un grupo de hombres entusiastas canalizaron las inquietudes culturales que venían desplegando desde los primeros años del siglo a través de instituciones y prestigiosas publicaciones. Se nuclearon en la Sociedad Sarmiento desarrollando una intensa labor. Constituyeron la llamada Generación del Centenario, integrada por Juan B. Terán, Alberto Rougés, Ernesto Padilla, Julio López Mañán, Juan Heller, José Ignacio Araóz y muchos otros, tanto oriundos de Tucumán como residentes en su territorio o en el de otras provincias del noroeste. Compartieron con el
sabio naturalista Miguel Lillo —mayor— todas sus iniciativas y lo consideraron un referente para consultar sus inquietudes. También el poeta boliviano Ricardo Jaimes Freyre que desarrolló su tarea lírica, docente y de historiador, fue uno más de ellos. Llevaron a cabo la reforma constitucional en 1907 posibilitando un marco jurídico institucional adecuado y perdurable.

De ese afán surgieron una serie de instituciones fundamen tales, de poderosa influencia desde la Universidad de Tucumán a centros científicos como la Fundación Miguel Lillo, o la Estación Experimental Agrícola —creación del industrial Alfredo Guzmán— hasta otras de vasta finalidad económica como La Caja Popular de Ahorros.

Se impulsó toda iniciativa que contribuyera al desarrollo regional y potenciara a Tucumán, desde el folklore, la arqueología, la toponimia, las letras, las artes y la música hasta la moderna estadística iniciada por Paulino Rodríguez Marquina.

Fue una feliz circunstancia, que en un momento dado coincidieran en Tucumán tantos hombres de talento y visión, capaces de conducir la toma de conciencia cultural y llamar la atención sobre asuntos de gran actualidad.

En este contexto durante el gobierno de Ernesto Padilla, miembro destacado de aquella Generación, tuvieron lugar los festejos del Centenario de la Independencia argentina y así como los de mayo se centralizaron en la cosmopolita Buenos Aires con grandes fastos, Tucumán fue el centro de la conmemoración nacional en julio de 1916, realizando —pese a los retaceos de fondos presupuestarios— una fiesta digna con un rédito perdurable en obras e instituciones, como también un intenso programa cultural. El Centenario tucumano fue una fiesta más íntima, menos
ostentosa, con carácter americano y profundo espíritu patriótico.

A pocos años de la celebración del Bicentenario de 1816, el Centro Cultural Alberto Rougés de la Fundación Miguel Lillo presenta esta Exposición para rescatar los tiempos de aquel Primer Centenario a fin de que los hechos, personalidades y obras no sean olvidados.

Agradezco a la señora Sara Peña de Bascary su colaboración especial en la organización de la Muestra, como también a las autoridades del Museo Histórico Nicolás Avellaneda, al Museo de Bellas Artes Timoteo Navarro, ambos dependientes del Ente Cultural de Tucumán; a la Universidad Nacional de Tucumán, al Colegio Nacional Bartolomé Mitre, al Diario La Gaceta, y a los descendientes de algunas de las personalidades de aquellos años, por haber confiado en nosotros haciendo posible con su apoyo la realización de esta Exposición.

Elena Perilli de Colombres Garmendia

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